El aprendiz del arte de morir: Enrique Lihn

El aprendiz del arte de morir: Enrique Lihn

por Juan Carlos Ramiro Quiroga

1. Ut pictura poesis. Este principio poético me ha fascinado desde hace 20 años como una visión de la poesía. Aunque la relación es limitada, sé que dos poetas perpetraron poemas desde la visión de la pintura, es decir, después de haber contemplado cuadros específicos, porque el tema de suspoemas fue el cuadro elaborado por algunos pintores célebres. Uno de esos poetas fue William Carlos Williams (Rutherford 1883-1963) y el otro poeta fue Enrique Lihn (Santiago de Chile 1929-1988).

2. Para recordar, el poeta estadounidense escribe el libro "Cuadros desde Brueghel" (1962), ya maduro y con el que obtuvo, un año después, el premio Pulitzer de poesía. Su poesía es un constante ejercicio por alcanzar el silencio de la pintura. Sus poemas casi no dicen, sino que muestran el colorido vivaz de esa estadía. Por su lado, el poeta chileno "creía ya ser pintor" cuando empieza a "envidiar sanamente a los poetas", tal como lo confiesa en el prólogo que acompaña al libro "Album de toda especie de poemas" (Barcelona, 1989). Hay que anotar que "Poesía de paso" (premio poesía Casa de las Américas, 1966) fue escrito por Lihn a partir de admirar pinturas en grandes museos, en un viaje a Europa como becario de la Unesco en museología.

3. Esos ejemplos debieran bastar para saber que no sólo de libros viven los poetas. Un hecho resalta en esta parte: la pintura, un arte silencioso, es más que un tema para meditar en ambos poetas. Esa situación inequívoca de la pintura fue un goce no sólo definitivo, sino esencial tanto en Williams como en Lihn, es decir, cómo puede el pintor mostrar la apariencia de la vida o de la muerte de una sola vez, sin palabras de por medio, sólo con trazos de colores.

4. Cabe imaginar que, en algún momento de esas elucubraciones, tanto el uno como el otro poeta se preguntaron sobre cuál es el color de la vida y cuál es el color de la muerte: el ajedrez aquel que nadie escapa a su fascinante decoloración. Pienso racionalmente que el color de la vida es el blanco y el color de la muerte es el negro. Sin embargo, Lihn pinta la muerte con palabras. A ese arte le debemos un libro póstumo "Diario de muerte" (1989), que fue reeditado en México en 1996. En ese libro, Lihn establece que el blanco "es el no color" y que el negro es "la muerte que borra el arco iris". ¿A qué viene tanta cháchara? A que Lihn es el único poeta que esboza a la muerte en su lento y seguro proceso de borrar ese arco iris que es su vida misma. Lihn muere de cáncer y "Diario de muerte" es la bitácora plástica de ese desfallecimiento.

5. Durante toda la vida, Lihn vive inquieto por el pintor que nunca logra ser en la vida, aunque ha dejado uno que otro cuadro en uno y otro lado. Esa inquietud dio paso a la euforia cuando contempla la pintura real en los museos de Europa: Cézanne, Van Gogh y los Fauves, entre algunos. Sabemos que el poeta en ciernes ingresa a la Escuela de Bellas Artes, desde el año 42, con el apoyo de su familia. Oficio que abandona a fines de la década de los 40, cuando empieza a "envidiar sanamente a los poetas". Ese cambio en su vida significa su postración como "artista plástico". Desde entonces se dedica a mezclar el tono de las palabras hasta que el cáncer le postra definitivamente como poeta y se convierte en el único color intenso que traza y plasma en una página incolora.

6. "Diario de muerte" es un cuadro elaborado por la paleta de un poeta. "Un cuadro inerte simulando un paisaje/ un fantasma de poca monta haciéndole el gasto de una persona/ en situaciones que no eran lo que parecía", escribe en el primero de los poemas de dicho libro. Por primera vez, Lihn observa "su vida fuera de la vida". Se coloca en la posición de un aprendiz en el arte de morir, donde como en todo arte imperecedero "nadie enseña ni ha cifrado su saber/ en un corpus de obras de dominio público".

7. Hay que observar que Lihn no diseña la muerte desde ni contra, sino en ella misma. En ese sentido, el poeta no se propuso imitar a la muerte, sino que su labor pictórica consistía en lo contrario: "La enfermedad imita a la vida. Este fenómeno se patentiza, hasta la alucinación, en el llamado... La vida no puede imitar a la muerte, por mucho que agonice patéticamente, menos en tal caso./ De los dos, la imitación de la vida es el mejor espectáculo".

8. Como ningún otro poeta, Enrique Lihn escribe de un solo color: sobre el cáncer que lo postra. Los 54 detalles plásticos (poemas-barruntos) que casi abandona al pie de su cama de paciente, son las variaciones de una combinación intensa, donde el poeta percibe que la muerte necesita mucho del lenguaje para decirse a sí misma, porque la muerte en sí misma no es expresiva.

9. La experiencia en "Diario de muerte" es terminal como la de los místicos en su arrobamiento; pero no es un grado cero del habla. La suya es diferente porque es un hablar en la felicidad de morir. Los poemas de Lihn no están fuera del lenguaje, en el no sé qué de los místicos, sino dentro de sus delimitaciones significativas: "esa cosa muerta que existe en el lenguaje y que es/ su presupuesto".

10. La poesía de Lihn es un decir silencioso, con signo reflexivo, en la que uno (el lector) inevitablemente permanece mudo como ante un cuadro portentoso. Hasta se podría decir que Lihn habla enraizado en la pequeña muerte (éxtasis erótico), sin las ironías ni los sarcasmos del poeta mexicano José Gorostiza empeñado en conjurar la "Muerte sin fin".

11. Simplemente "Diario de muerte" es la parca lección de un goce, de un goce poético que tiene la apariencia de una pintura del Renacimiento.






daniel rojas pachas

1 comentario:

  1. Me encantó tu blog, soy seguidora de Lihn y hay mucha información buena que leeré con mucha atención.

    Saludos desde Punta Arenas, Chile.
    Carolina Berrocal

    www.la-viuda-ching-pirata.blogspot.com

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