Para Sharon", de Enrique Lihn


Inédito



Eres de una especie que yo no conocía: se te traslucen cachorros
jugando en lugares amenos con su ternura feroz, el encenderse
del rosa
rojo de la mejilla de niños recuperados por sus padres
en un abrazo que los libra o casi del mundo
y del peligro ocasional que desencadena ese abrazo
semejante a un transporte místico, pero cuando se apretuja la carne
con la carne y la sangre, un momento antes congelada, hierve
exhala su olor de maravilla mortal, fresco, como cuajado
sobre la hierba, en el origen del día.

Una inmensidad de mujer tan bien construida
como la represa que convierte el río
en un lago por eso llamado artificial, un orden líquido
de aguas blancas y plateadas y verdes y surcadas
de lanchas a motor y velas de colores. Eres ese río
que no por obra de magia se detiene
a descansar en sí mismo como si fuera el mar
de estas tierras con lomas de rocas talladas donde tanta vegetación
es el milagro de un puñado de tierra. Tienes
brazos y piernas de río que no van a dar al morir
que es la mar, pues, por ahora, pareces eterna
como la juventud -ya se sabe-. El azul de ciertos pájaros
no se da mejor en ellos que en tus ojos
Grandes manos como para sacar a luz un hijo que se te parezca
pero que todavía no ha enanchado tanta delgadez, respetuoso de
tu belleza
aunque seguramente la aumentará
y gozarás de ella todos los años que quieras.

Sí, todo esto y mucho más, pero yo el que te escribe
tengo en este lugar los días contados
no todo el blanco del papel ni el deseo de fatigarlo
porque quiero que lo leas, en realidad, y pienses
“Soy parte de una memoria que empieza a transfigurarme
y de la que me borraré como un montón de palabras
Éstas, las pobres.

Ellas –te respondo-
son todavía –recuérdalo- una manera de vivir
la más modesta de todas, sin duda, la más inútil
Porque ¿cómo hacer de unos versos el impensable encuentro
en el Café o un abrazo a la manera de un relámpago?
Pero los versos –no los besos- están aquí, al menos
sería bueno que antes de borrarse te recordaran lo que ausentan
a la manera de un espejismo.

La vida, belleza, es así; o mejor dicho impensable
un espejismo que no se deja pensar
y al cual por lo tanto esa palabra: espejismo
le viene, en un cierto sentido, como cualquier otra
Hay una felicidad en no decirla
que compartimos sin callarnos nada
pero evitando toda definición
y que nada definían. Conocí esa felicidad
siempre es así, cuando menos me lo esperaba
Como subir unas gradas de esas rocas y de pronto ver de veras
el mar aunque no lo fuera: una obra de ingeniería
río inmóvil que desafía a la muerte
eternamente como la juventud
Como descender unas gradas, cansado ya
de estas alegorías en que combino cachorros
y el vuelo de los azulejos
Todo para llegar a una metáfora: tú
y eximirme con ella de tu imposible presencia
que ausento al hablar de ti.
Por eso voy a probar una ESPECIE DE DEFINICIÓN NEGATIVA:

No eres tampoco, aquí en el lenguaje en donde nunca estarás
de cuerpo presente, por mucho que me esfuerce por poseerlo
la muchacha cuya historia me contaste
Tu madre no te obligó, al rechazarte en tu adolescencia, a una vida
errante
como Evangelina. Ni fuiste en París la niña de nadie
-tu maestro- ni te pareces aquí a tu padre porque no lo conozco
ni en lugar de él encontraste, como en cualquier hombre,
a un intrauterino tirano
menos lúcido en su declinación que el rey Lear, a Edipo
No eres aquí la celosa de sus propios Estados Unidos
estabilidad emocional previsión y otros derechos
adquiridos con suficiente tenacidad
Dispongo a mi amaño de ti ahora que al escribirte te ausento
y aunque no he de saber nunca lo que habrá sido de ti
puedo negarme a la lógica de esos relatos
de esas explicaciones que no explican nada
sueños que fabuló en su tiempo el psicoanálisis
Ahora que serás sólo mi preferencia y no tú, la letra
te prefiero, como en Mallarmé: “la ausente de todos los ramos”
te prefiero con ese olor a flores silvestres ofreciéndome en
el ombligo y los pechos
fresas azucaradas y una risa infantil
un momento antes de negarme tu vida.



en Conversaciones con Enrique Lihn de Pedro Lastra, 2009

daniel rojas pachas

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