EL PANTALON DE LA CRÍTICA: A LA CRÍTICA DE ENRIQUE LIHN‏ [por Rubén Peredo Balcázar]


Artículo original de Lihn al cual se hace mención en esta crítica a la crítica. Enrique Lihn: EL LUGAR DE HUIDOBRO


EL PANTALÓN DE LA CRÍTICA

Me duele la angustia con dolor de angustia. De la crítica que nunca escribió un poema, que quiere ponerse sus pantalones y no le entra ninguno. Le queda muy grande el pantalón y le clasifica de anti poeta. Solo escribiendo se conoce al poeta y su profundidad que le da el conocimiento de las cosas. No te preocupes Huidobro, tus críticos están desteñidos en el alba y en las noches de tus destellos. Hay que conocerse profundamente a sí mismo para poder alcanzar un atisbo de tu creación. Aquél que no lo hace, ara sobre la ventisca de sus elucubraciones mentales y del racionalismo materialista.

Dice Enrique Lihn, “Mientras que, por lo que a mí me parece una conjunción de la impotencia en que se resuelve el fetichismo simbolista de las palabras y la tendencia de Huidobro a poetizar sobre sus teorías, por la que, a veces, da en otro blanco que el que se propone flechar, Altazor -entre otros textos- explicita, en cierto modo vulgariza «el drama que se juega entre la cosa y la palabra» su afinidad o identidad mágica.

Hay palabras que tienen sombra de árbol
Otras que tienen atmósfera de astros
Hay vocablos que tienen fuego de rayos
Y que incendian cuando caen
Otras que se congelan en la lengua y se rompen al salir
Como esos cristales alados y fatídicos.

Se habla de esas palabras, no con ellas -Insiste Lhinen su crítica a Huidobro-. De un proyecto incumplido por el discurso que lo explica y que además, parecería reducirlo al absurdo. Hay un juvenilisimo en Huidobro, un infantilismo casi, en que en parte coinciden su temperamento y su carácter con el clima histórico de una época «cuya literatura se parece a un juego delicioso, a la imagen de un mundo que es como un bello domingo después de una fatigosa semana» pero por el que de otra parte, el poeta acusa nuestras limitaciones y nuestras desmesuras de «pueblos jóvenes».”

Ya Rubén Darío le dijo a sus críticos: Mi poesía es mía de mí.”. Entonces para darle gusto a Lihn, hay que escribir como Maiakovski o como él mismo que espero lo haga bien haciendo arte. Cada cual en su estilo, cada cual en su mundo. Querer ubicar esos mundos mentales a la actualidad y darse el lujo de criticarles, es el absurdo más absurdo que he conocido. Huidobro no tuvo tiempo de vivir hasta hoy para contestar estas necedades, que quieren parecer una crítica literaria. Más bien se vuelve contra el crítico, por su inconsistente verborragia que desconoce la profunda espiritualidad del escritor y que el crítico no logra atisbar todavía.

“Aprovecho la coyuntura para insistir en que una cierta actitud «sobradora» de dandysmo literario, cierto engreimiento esnobista, el tono autocomplaciente con que Huidobro hace como sí hablara una literatura de «juegos de salón» aforística, de ocurrencias estocadas y alfilerazos brillantes, en todo ello influye su condición de «pije» chileno, a la que están ligadas por lo demás, una serie de características a un tiempo subversivas y reaccionarias de su estructura ideológica.-Prosigue Lihn- Huidobro juega «el juego delicioso» de la literatura de su época como un aficionado de condiciones excepcionales, pero se obstina en probar que ha cambiado las reglas del mismo, allí donde en lugar de sobrepasarlas con una causística genial, no ha hecho más que infringirlas con una torpeza de recién llegado. Por haber dicho, por ejemplo, que «para mí nunca ha habido un solo poeta en toda la historia de nuestro planeta» habría merecido un correctivo ejemplar en su época misma, aunque ésta le pintara bigotes a la Gioconda. Ahora uno siente vergüenza ajena de muchas de las argumentaciones medio escolares, sentenciosas, con que Huidobro pretendía probar, en última instancia, su su condición de primer poeta en toda la historia de nuestro planeta, su prioridad de inventor de la poesía y su originalidad absoluta.

Lo que se espejea en esas argumentaciones -diga lo que dijere el poeta contra la popularidad de la que no alcanzó a gozar en pleno- es un amor contrariado al éxito(21) y el poeta habla por la herida de una semifrustración, todo lo cual no impide que -dicho sea en honor a su intuición, a su fino olfato estético- resulte justo en muchas de sus evaluaciones crítico-literarias.

Cuan equivocado está Lihn. Hay palabras que crean y palabras que matan, así como los adjetivos y los epítetos. La grandeza de la palabra es la expresión de Huidobro en estos versos. Basta mirar un poco más al espíritu de la expresión. El sentido figurado, la metáfora es parte de su calidad artística, es arte y para criticar el arte hay que ser artista. Lo contrario es difuminar conceptos y expresiones abocadas al momento cultural y mental del crítico. Ubicar el 1919 a esta realidad, criticar una falta de raigambre nacional. Qué más raigambre de ser del lugar y elevar en alto el nombre de su país, de su pueblo y de América. Exigir que su poesía le cante al subdesarrollo latinoamericano. No estaba en la mente del poeta realizar esos cantos y no por eso deja de ser americanista o chileno o sudamericano. Huidobro cantó como sabía cantar, escribió a su real saber y revolucionó las letras hacia lo profundo del conocimiento trasmutado en el no ser del ser, en el quantum del materialismo. vergüenza debería darle de criticar lo que de sobremanera desconoce, creando un mal paradigma para las actuales generaciones.

Sigue Lihn:“Nietzsche y Marx deben caminar de la mano por Altazor, en el que el yo absoluto del poeta -el superego Huidobriano- «solitario como una paradoja, se ofrece en el espectáculo de uno de los más impresionantes poemas escritos en lo que va del siglo en lengua castellana, por el que Latinoamérica se pone a la altura de la gran poesía universal, arrastrando consigo -a pesar o por la actitud planetario asumida por Huidobro en ese texto- todas las irregularidades que pueden registrarse en el de be de nuestra literatura poética, de nuestra vida cultural, de lo que hemos sido y de lo que acaso somos.

En este poema-encrucijada el hablante se mueve en todas direcciones y el resultado es un laberinto verbal en cuyo pórtico debiera leerse esta definición programática, quizá la más adecuada a su poesía, de las que escribió el teorizador: «Nada de caminos verdaderos y una poesía escéptica en sí misma».

Frente a este poema babélico que es hoy en día en parte una ruina inservible, en parte una cantera o bien un ejemplo edificante de lo que no debe hacerse por ningún modo de manera análoga, ya no sólo se pueden apreciar las oscilaciones de un hombre de transición respecto de sus encontradas ideas, de las que el poeta hace explícitamente derroche en el Primer Canto. Esas trizaduras se hacen visibles también en el cuerpo mismo de la poesía de Vicente Huidobro, que se despedaza a lo largo del poema.

Varios Huidobros son los autores de Altazor, y el acuerdo al que llegan a la fecha de la redacción definitiva del texto tiene algo de una componenda por la que las distintas partes del poema sostienen con el total del mismo una relación bastante floja. Hay que recordar que la organización, arquitectura o estructura del poema, era justamente aquello que Apollinaire y los suyos tendían a eliminar, acordes a la poética del cubismo.

Esa había sido la poética de Huidobro en Horizon carré, Tour Eiffel, Hallali, pero en Altazor -el canto a mí mismo de Huidobro- vuelve por sus fueros -alentado acaso por el whitmanismo de posguerra- el joven poeta seudosimbolista o neomodernista de Adán (1916) con su caudalosidad de «bardo-profeta» emersoniano.

Yo creo que el poema no sufriría una lesión orgánica si se le suprimiera parte de sus miembros: las ramas de un árbol que ganaría con la poda, pues Altazor está hecho como la naturaleza hace un árbol. Lo que hace la unidad relativa del poema, antes que una organización determinada del mismo, es algo por lo cual justamente postula la imposibilidad de tal organización: la conciencia que lo atraviesa de parte a parte y que se ramifica por él, de una crisis de la realidad -«no hay bien ni mal ni orden ni belleza»- a la que se esfuerza por sustituirse «el poema creado en todas sus partes como un objeto nuevo».

En Altazor, Huidobro no hace poesía alrededor de las cosas, para satisfacción de su (equivocado) anti naturalismo pictórico; la hace alrededor de sus opiniones e ideas, y no ciertamente con conceptos inventados sino glosando dispares filosofías; la hace contra sus prejuicios Y con ellos, alrededor de sus pasiones, esperanzas y temores; Altazor explica el creacionismo a la vez que trata de encarnarlo, y, hasta donde lo permite la incoherencia por la que se desliza Altazor como por un plano inclinado, esa poética es el eje de su discurso.

Ese texto nos informa en buena medida de la razón de ser del creacionismo y de las preocupaciones intelectuales en que esa razón se funda. Menos y más que un poema creacionista es un discurso en torno al creacionismo: la poetización de una poética antes de que ésta pruebe, finalmente, a identificarse con el poema, disolviéndose en una juguetona «inanidad sonora».

Me parece que Lhin desconoce a Fernando Pessoa, el gran poeta portugués. Pessoa hablaba a través de sus heterónimos. El poeta también habla a través de sus sinónimos y no por eso dejó de ser Pessoa o Huidobro es un mal poeta o un burro como lo describe el crítico.

Para terminar mi pequeña crítica sobre la crítica voy a parafrasear al gran maestro gnóstico Samael Aun Weor, “El que habla, critica o se ríe de lo que desconoce, está a punto de ser un idiota, aunque su idea o expresión quiera parecer magistral.”.

Rubén Peredo Balcázar
Desde Santa Cruz - Bolivia.


daniel rojas pachas

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