Enrique Lihn, Las cartas de eros [Por Patricio Jara]




(Por Patricio Jara Morales, magíster en literatura y periodista)

Las cartas de Eros (Ediciones Overol, 2016) reúne seis epístolas escritas a principios de los años ochenta por el poeta chileno Enrique Lihn Carrasco (1929-1988). Cinco de ellas permanecían inéditas hasta hoy, siendo la carta dirigida a Gabriela Mistral la única de la cual se tenía registro. Esta apareció en 1997 gracias al esfuerzo editorial de Germán Marín, quien la incluyó en su compilación de textos de crítica literaria del autor, la cual denominó El circo en llamas.

La misiva dedicada a la insigne maestra de escuela, poetisa y diplomática, es la única que posee una destinataria real, o al menos alguien cuya existencia en carne y hueso había sido evidente en el curso de los acontecimientos. Lo interesante del volumen, o quizás lo decididamente atractivo y cautivador de este libro, es que el poeta Enrique Lihn dirige las otras cinco cartas a mujeres imaginarias, a las cuales convoca a través del arte de la palabra. Tal invocación es casi fantasmal, ya que corresponde a seres que en algún minuto fueron amigas o amantes del escritor (es decir, existieron, tal como la Mistral) pero que, en el momento de la escritura, asoman como musas verbales, protagonistas de pequeñas historias que el poeta intenta reconstruir en el lenguaje, por influjo de la nostalgia, el desamor, la ternura, la admiración y otras necesidades.

“Como en otros casos escribo una carta imaginaria dirigida a alguien que, en alguna parte, es de verdad y aquí una ficción, un simulacro, una figura de papel”, le dice Lihn a Adelina, una de sus imposibles destinatarias. Las experiencias compartidas, los recuerdos, las situaciones que el narrador evoca en estos escritos, suelen figurar como “una historia hecha de nada”, momentos que fueron o no fueron en escenarios también espectrales, “una ciudad muda, que no te recordaba nada” se enuncia en la carta a Consuelo.

La ternura es quizás el sentimiento más llamativo que aflora en ciertos pasajes de estas misivas, considerando la imagen ácida y mordaz que se tiene de la figura de Enrique Lihn. Quien sepa leerlo, sabrá que aquellas cualidades hacen juego en el autor con una hermosa y sincera sensibilidad, generándose en ese encuentro (amoroso, podría decirse) escrituras de un talante muy admirado hoy en día. “Espero que estés convaleciendo de tus varios males de amor. Seguramente ya estarás preparándote para contaminarte con otros nuevos”, le decía un amigo a Lihn. “Ese contagio fuiste tú”, le confiesa el poeta a Teresa, su “hada madrina”. Y en una de las cartas más conmovedoras, le declara su amor a Gabriela como “una relación erótica entre mi cuerpo y el tuyo –ambos verbales– porque estamos hechos de palabras. El uno para el otro”.

Las cartas de Eros es un pequeño volumen que invita a reconocer fragmentos de la intimidad de un autor que imbricó, de manera magistral, vida y literatura a través de sus diversas creaciones artísticas. Las cualidades fundamentales de su poética se visualizan en estos textos, lo que permite hacerlos dialogar o releerlos en relación con otras de sus obras, por ejemplo, los poemas de amor que caracterizan Al bello aparecer de este lucero, publicado en 1983 y escrito seguramente a la par con estas cartas que hoy ven la luz.


daniel rojas pachas

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