Hacia una Interpretación Lihn-güística de: La Vejez de Narciso [por Daniel Rojas Pachas]



Me miro en el espejo y no veo mi rostro.
He desaparecido: el espejo es mi rostro.
Me he desaparecido;
Porque de tanto verme en este espejo roto
he perdido el sentido de mi rostro
o, de tanto contarlo, se me ha vuelto infinito
o la nada que en él, como en todas las cosas,
se ocultaba, lo oculta,
la nada que está en todo como el sol en la noche
y soy mi propia ausencia frente a un espejo roto.


Poemas de este tiempo y de otro. Ediciones Renovación 1955 Santiago.

En este poema Enrique Lihn edifica un hablante que dialoga con su interioridad, el carácter enunciativo es de un yo que en principio se oculta, no presenta rasgos de personalidad más allá de las pistas que el título da, al aludir a la figura de Narciso, eterno efebo enamorado de sí mismo, de su reflejo en las aguas cristalinas, sin embargo de forma sutil y gradual la voz poética va despojándose de su pudor y desnuda de manera escalonada una confesión por medio de verbos pronominales y pronombres reflexivos, deícticos que remiten al mismo hablante, capaz de ser caracterizado por hallarse sumido en un proceso autoreflexivo de erosión y tachamiento de su identidad, víctima de una actividad vouyerista dirigida hacia su propia persona, este proceder cobra matices simbólicos y metafóricos pues el hablante contrario a sus deseos, se topa con un resultado desfavorable ante cada intento de autocontemplación. Al mirarse se ve empujado al fracaso o la contradicción, producto de la degradación que su ser experimenta. Esto se percibe desde los primeros versos: Me miro esperando algo y no lo veo. No estoy y en mi lugar sólo encuentro un objeto inerte, aquello que debía reflejarme, la cosa me he reemplazado. (Podemos entender esto de manera literal) Sin embargo no hay que tomarlo tan a la ligera. Es factible pensar que el hablante auto contemplativo, sumido en este juego de mirarse, se decepciona como dice el título, a causa de la vejez, debido a la inminencia de la muerte y aquel vacío insondable producto del paso del tiempo, en otras palabras, el hablante esta en ciernes de ser suplantado por la nada, esto se refuerza con lo que expresan los versos finales:

o la nada que en él, como en todas las cosas,
se ocultaba, lo oculta,


De manera que la nada oculta, presente en todo como condición inherente a la existencia en su completitud, ha comenzado a actuar sobre el hablante, ha estrechado sus brazos sobre su persona, por tanto la espera para él ha terminado, el lapso ineludible está por cumplirse

la nada que está en todo como el sol en la noche

Por ello, como fin de todo, la condición latente de extinción debe ser asumida con desesperación pues está al acecho del rostro del hablante, de su identidad, de su ser, y es en ese reconocimiento consciente, al tomar la nada el cariz de verdad absoluta; que el lector puede gracias a la percepción desplegada por la voz, indagar en su propia situación desde su particular punto de vista. Pragmáticamente el conflicto presentado por el poema se torna universal, y mientras que para el yo poético la situación comienza a concretizarse, el receptor confronta la verdad como interrogante, como posibilidad ante la cual puede medir su distancia cognoscitiva y espiritual, lo cual le da al texto ribetes trascendentes.

Estas afirmaciones se visualizan en el último verso del poema Lihneano

y soy mi propia ausencia frente a un espejo roto.

Verso que no sólo en su sentido general sino que en su construcción lingüística comprende de manera subyacente el concepto más general de metáfora: Si entendemos este tropo o figura retórica como la presencia de una ausencia, ausencia que el yo del poema por su parte, confronta paradójicamente ante la presencia de un objeto o de un yo en el cual el yo inicial o primigenio no se reconoce, podemos por tanto apreciar allí la metaforización, esta dinámica de auto confrontación se vuelve una mecánica que lleva implícita una verdad indeterminada o indeterminable. En un sentido más profundo, la existencia del ser ante la proxémica de la nada, de la muerte, se revela por completo como una metáfora y en esa medida como una verdad del tipo descubrimiento/desvelamiento opuesto a una verdad totalitaria y cerrada. Estamos ante una verdad que no cumple la función de adecuación o coherencia, su resultado por ello, conlleva la idea de que al conocer, enfrentamos un proceso dinámico porque la adecuación entre lo conocido sobre los hechos y los hechos mismos es susceptible de no estar definitivamente clausurado. Lo cual en última medida, es consecuente con la idea de nada, bajo la cual Lihn somete a su Narciso. De la confrontación del hablante consigo mismo y en consecuencia con el fin, surge la muerte como imposibilidad posible, clausura del ser indeterminada, irreductible y desconocida, en gran medida ininteligible, pues no podemos considerar un concepto univoco de lo que será el termino de la vida para cada uno y todos.

Por ello ese espejo roto, indefinible, múltiple, es polisémico a causa de las miles de imágenes que se reflejan en cada una de sus partes, el yo sigue presente, pero no aquel yo al que estaba acostumbrado a mirar, aquel que solía conocer, es otro o muchos yoes y tiende a confundirse con el objeto, con la mirada al infinito, con el vació imposible de sintetizar.

De cualquier modo La Vejez de Narciso según Lihn no se agota en este primer análisis, es importante destacar que la observación de los despojos o remanentes del ser a través de la auto contemplación y las implicancias metafísicas expuestas vía el mismo proceso, el hablante las experimenta debido a un acto material, somático y sensible, quizá uno de los mas importantes del ser humano, la mirada, tópico existencial y fenomenológico presente en otras creaciones del autor. La mirada como acto, pretende a grandes rasgos percibir sensorial y cualitativamente a las demás existencias, por tanto las relaciones que se producen debido a su ejecución van más allá de lo sensible pues constituyen un apercibimiento de todo lo que esta fuera de mi, todo lo que no soy y que de una u otra manera, en su carácter de externo me es oponible y me afecta, al ser el hombre una realidad dotada de consciencia. De modo que en el poema la problemática expuesta va de un hacer a un ser y viceversa por ello la mirada y todo lo que el hablante experimenta con ella, su propio reconocimiento, su posterior erosión, el desgaste producto del acto mismo de auto observarse, de sobre analizarse deviene en una fragmentación y agotamiento del yo, es un acto que se realiza ad infinitud.

Porque de tanto verme en este espejo roto
he perdido el sentido de mi rostro
o, de tanto contarlo, se me ha vuelto infinito


La idea del espejo por tanto juega un papel simbólico, representa el constante proceso de repetirse en la mirada auto dirigida, la cual termina por provocar una escisión e hibridación, lo cual en el poema, físicamente se puede extender por analogía a la vejez del vanidoso Narciso en la medida que la cercanía con la muerte también provoca una escisión, el espejo se rompe y la muerte por su parte divide al ser, lo fragmenta y lo indetermina, lo cual en términos de Lihn, nos lleva a extender semánticamente el par conceptual espejo / vejez como significantes de fragmentación y connotatividad, asimilándolo de inmediato al proceso mismo de escritura, por tanto Narciso puede ser con facilidad visto como el poeta, si atendemos a los conceptos de poesía que maneja el autor en lo amplio de su obra.

sin la esperanza ni el propósito de influir sobre el curso de las cosas
el poema es un rito solitario
relacionado en lo esencial con la muerte. (Para ningún destinatario)

El espejo roto asimilable a la proximidad con la muerte, provoca efectos como la indeterminación, la connotatividad, la fragmentación del ser y su proyección al infinito, sin olvidar claro lo más importante, la observación, la mirada de la propia identidad y el desdoblamiento, la autorreflexión y por ende la comprensión desde el yo de lo externo, efectos que también son apreciables en la poesía, por ello Narciso y su espejo son símbolos egregios de la creación, podríamos decir entonces que Narciso por medio de su poesía está condenado a mirarse, condenado a escribir y ser. Esto se respalda con la práctica del mismo Lihn; en el poema Porque escribí, el autor amalgama libremente a la idea de crear con la presencia de la muerte y expone la escritura como un medio de vencerla, de arrebató y rebeldía dentro de lo que nuestra precariedad abismante permite.

Me condené escribiendo a que todos dudarán
de mi existencia real,
(días de mi escritura, solar del extranjero).
Todos los que sirvieron y los que fueron servidos
digo que pasarán porque escribí
y hacerlo significa trabajar con la muerte
codo a codo, robarle unos cuantos secretos


Por tanto, el poema Vejez de Narciso no debe en su interpretación ser reducido a la mera realidad del observador que muere o se agota, o abandonar el sentido en los explícitos caracteres del ser mitológico que se torna objeto de su hacer, pasando a convertirse en lo observado, victima de una dialéctica de la cosificación. Narciso en definitiva por su proximidad con la muerte, por su espejo y creación (mimesis podrían decir algunos), es también una verdad metaforizada e irreductible, una experiencia meta poética, auto reflexiva, un ser que sintetiza en su actuar el proceder del creador de la palabra, atrapado en su obsesiva labor de leer y recrear al mundo desde su continuo percibir poético, como dice Lihn invocando a los eternos maestros de la juglaría, a los eternos Narcisos, a los dolientes que miran robándole algunos secretos a la nada:

Ah, poetas, no bastaría arrodillarse bajo el látigo
ni leernos, en castigo, por una eternidad los unos a los otros.
En cambio estamos condenados a escribir, y a dolernos del ocio que conlleva este
paseo de hormigas
esta cosa de nada y para nada fatigosa como el álgebra


Autor: Daniel Rojas Pachas

Publicado en: la Santísima Trinidad de las cuatro Esquinas

daniel rojas pachas

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